lunes, 25 de abril de 2011

LA CASA BLANCA



Quiero hablar contigo, Dios mío. ¡Si te perece bien, lo podemos hacer! No es mi monólogo. Es un diálogo. Yo te hablo y Tú me escuchas. Yo te escucho y Tú me instruyes; me muestro como soy, y Tú sonríes; te revelas y yo me muero de amor. Pero, ¿Dónde estarás? ¿Dónde será nuestra cita? Te siembras en mí mismo. Lo sé. Me hizo caer en cuenta de ello la doctrina de san Agustín. Entro en mí y te encuentro. Estás allí, novedad primitiva. Y me hablas. Te respondo. Después te pregunto por la flor de aquella semilla en mí que eres Tú mismo. Y me susurras con una mirada: -Mira mi belleza, soy una flor de luz. Mi botón se abre en toda su majestuosidad en el corazón de tus iguales-. Aquellos que son como yo son dueños de un jardín. También hay frutos.

Tales confesiones me arrojan hacia mis semejantes. Me abro a ellos. Allí convives. Abrir significa “apartar lo que cierra”[1], quitar obstáculos, descubrir. Cuando te reconozco en mi semejante, se destapa tu esplendor; cuando me abro a ellos, quito cuanto me cierra y obstaculiza. Soy libre. Por su parte, si vives en nuestra intimidad, entonces, convives con nosotros. Estás en medio de nuestras flaquezas y fortalezas. Pero también convivimos contigo. Eso quiere decir que habitamos en ti, somos una familia, fluimos en tus venas.

La idea de movernos en tus venas me hace pensar en la sangre. Somos tu sangre. A veces tóxicos. Te intoxica la injusticia, la pobreza y la mentira. Hay un virus inmundo, se trata de la prepotencia del poder. Infecta tu sangre. Los pobres, los dueños del Reino, son quienes purifican tu torrente sanguíneo de toxinas. Y de entre ellos un grupo especial, frágil, y por ende predilecto. Son aquellas personas declaradas con vih y sida. Es un grupo predilecto. Con su vulnerabilidad libran tu sangre de los asesinos e injustos opresores. Por este grupo dijiste que vendrías a curar la caña vencida, no a romperla (Is). Observas con ojos fijos en la mirada de cada persona en este estado serológico. Reprochas. Amas. Sufres. Agoniza tu esperanza. Tiemblas. Y es a tu encuentro que vengo. Por ti subiré a “Santa María de la Liberación”:

Fue un Sabbat en la tarde. Aún existe la imagen del paisaje en mi cabeza. Desde la colina se ve la ciudad que se extiende por la sabana. Parece un pastel gigante. Los edificios son espectros que se diluyen en la bruma de la tarde. La temperatura está baja. Hace frío. Los vidrios de la camioneta se empañan. La carretera está lisa. Hay mucho barro. La lluvia reciente ha ennegrecido la tierra y reverdecido la grama. Ascendemos escoltados por pinos y eucaliptos que se yerguen solemnes a los lados de la vía. La carretera sigue su camino. Nosotros doblamos a la derecha. Enfrente, como una reina blanca, está la casa “Santa María de la Liberación”.

Ya tenía referencia de la casa. Darío me habló de ella. En alguna ocasión, él había trabajado con un grupo de jóvenes de la casa. Con la ayuda de ellos había hecho su trabajo de grado en sociología. También me había forjado un prejuicio. Quizá encontraría mucha energía sexual tocando a las puertas de los dormitorios. –Deja su habitación con seguro- Me había advertido. A pesar de aquella referencia, llegué sin preocupaciones. Muy motivado. René me había invitado a trabajar en la Fundación Eudes. Él mismo me trajo en su carro. Lo conducía Omar, el chofer de la fundación. Aquel día también vinieron dos seminaristas de la comunidad eudista.

Tres señores esperaban en la sala. Jaime, José y Francisco. Nos recibieron con mucho entusiasmo. El padre René los abrazó muy fuerte. Les comentó: –Vicente viene a vivir con ustedes. Quiere compartir su experiencia de fe. Además va a ayudar en el equipo de espiritualidad de la fundación-. Ellos ya me esperaban. Los tres me dieron una bienvenida llena de sencillez. Después de las debidas presentaciones, nos invitaron a un café. Lo tomamos. Charlamos. René y sus acompañantes se despidieron. Se fueron. Nosotros quedamos en la casa. Cuando los muchachos (Aunque son adultos) ven partir a sus protectores, quisieran salir detrás de ellos. El deseo sale por las cavernas de sus ojos y se extiende por el espacio como las cintas de la danza de gimnasia rítmica. En el aire del alma de los visitantes queda un celaje lleno de volutas.

Aquel sábado 19 de febrero de 2011 cambié de residencia. Estuve viviendo con mi mamá. Aunque su compañía es agradable y sus desvelos y cuidados son incontenibles, mi lugar está en otra parte. Desde mis catorce años vivo en ambientes religiosos. Desde mucho más antes comenzó mi formación en la fe. Ésta ha tomado forma, o, en algunos casos se ha deformado, a lo largo de 13 años. Fueron tres años de seminario menor. Me gradué de bachiller en el año 2000. Después comencé un camino tortuoso de formación sacerdotal. Terminé haciendo mis votos como fraile dominicos. Viajé. Conocí. Estudié. Y regresé a casa. Pasaron 10 años desde que salí del seminario menor para por fin graduarme como licenciado en la Javeriana. Todos los diez años fueron de estudio en pregrado en filosofía y teología. En el año 11 comencé una maestría en teología, en la misma universidad. El pretexto de mi investigación teológica es el fenómeno del vih y sida en la estructura del deseo del sujeto. Así pues, llevo mucho tiempo en estos caminos de la fe. Y, por ello, no puedo quedarme junto a mi mamá. En ella encuentro a Dios, es verdad. Pero quiero hallarlo frágil en mis semejantes. Y con más razón en quienes lo guardan en su corazón, reprimido y resentido. Mi parroquia son mis semejantes.

Dime Dios mío, ¿Qué encuentro en ellos? ¿A ti mismo? ¿A mí? ¿A ti, a mí, a ellos y a toda la sociedad? A todos juntos. A ti hablando, a mí como quien se ve en un espejo, a ellos como el pesebre donde aconteces y, a toda la sociedad como las relaciones del deseo humano. En realidad es una trinidad: ellos, la sociedad y yo. Y Tú, en ellos, en la sociedad y en mí. Trinidad sufriente. Trinidad atrapada en los lazos de fuego del deseo. Trinidad que padeces el olvido y la estructura del pecado. La injusticia te ha coronado de espinas. Ya marchas con una cruz a tus hombros. Pobreza, miseria, vih y sida, Trinidad intoxicada. Pero también resiliente. No te dejas ahogar por la maldad. Esa es la prueba de tu acontecer. Dios mío en ellos, en mí, en la sociedad, Dios mío no abandonas tu creatura; te resistes a perder tu hogar. Estás en lucha. Gritas tu Única palabra. Con Ella quieres librarnos. Te resiste a perder. Y por ello te agradezco. ¿Qué sería del mundo sin tu terquedad?

Y he tocado la nota dominante de esta melodía que inicia como un réquiem: tu Palabra. ¿Cómo podría imaginarme que habitas en esta Trinidad camino del Calvario si no fuera a través de tu Encarnación en el mundo? ¿Cómo hablar de ti, oh Dios, sin un ícono vivo de ti? Entre Tú y nosotros existe una distancia de muerte[2]. Pero también, dicha distancia hace infecunda una demostración positivista de tu presencia en el mundo: “un Dios demostrable es simplemente ‘mundo’, y un Dios que es ‘mundo’, es un ídolo”[3]. No es posible hallarte mediante las pruebas del laboratorio. Tú no eres la ciencia positiva, ni la técnica y menos la tecnología. A decir verdad, ellas te retan a competir. Pero tampoco ellas pueden objetivarte. Por mucho que avancen, Tú siempre permaneces libre. A pesar de que huyes, permaneces. Y lo haces en tu Palabra. Y es aquí cuando la ciencia, la técnica y la Tecnología pueden servir para definir la realidad de tu Palabra…o para negarla.

Y aquí la labor científica corre el peligro de tomar la parte por el todo, y explicar el mundo desde una metonimia. Es el mismo inconveniente de la metafísica medieval: quiso resaltar algunos entes y definir los demás a partir de los que resaltaba. O sea, formuló leyes universales a partir de la exaltación de algunos entes y el olvido de otros[4]. Así también, el saber científico puede convertirse en una especie de metafísica que exalta algún ente (El de su objeto de estudio), para explicar todo el universo. ¡Y ni siquiera Tú te escapas!

Muchos científicos actuales se atreven a negar tu existencia. Lo hacen desde las leyes que han descubierto. Pero ignoran que Tú no te objetivas; ninguna ley te determina. Sigues siendo libre aunque tu Palabra habite entre nosotros. Y no es que haya una barrera entre Tú y tu Palabra. Al contrario, Ella es el único puente para llegar a ti. La palabra se hace carne y habita entre nosotros. Se trata de tu historicidad. Es cierto, eres inmutable. Este concepto tan solo puede explicar cuanto desconoce. Dice que eres inmutable, que no cambias, y es verdad, lo que no cambia en ti es tu absoluta libertad. Y como eres absolutamente libre, el concepto de inmutabilidad solo se acerca a tu realidad de manera mínima. Eres libre y, por ello mismo has optado por darte a conocer. Pero siempre conservando tu libertad…aunque tu Palabra revela cuanto nuestra comprensión humana necesita para la salvación, cuanto el universo requiere para la plenitud.

Dios mío, acepto que eres el Otro, acepto que eres Creador. Acepto que decidiste habitar en nuestra Trinidad, ellos, yo y la sociedad. Somos tu obra. Siembras en nosotros tu Palabra. Ella germina y se hace histórica. Sin embargo, hay un peligro. Por tratar de comprender la historicidad de la revelación de Dios en su Palabra, algunos teólogos han convertido las “verdades históricas casuales” en una prueba de las “verdades necesarias de la razón”[5]. Es decir, en el contexto teológico, que no todo acto, ni toda palabra humana, interpretación o hecho histórico son prueba de la revelación, ni menos una explicación absoluta para todo ser humano y religión. La revelación de Dios en su Palabra es verdad absoluta de la fe. Lo demás es verdad histórica. Y como tal no es absoluta. Pero incluso, para los creyentes que aceptamos por la fe la verdad de la Palabra, debemos aceptar que Ella se hace histórica. O sea, la fe nos hace absoluta la verdad de la Palabra. Y la razón nos indica que ella comparte nuestra historia. Esto significa que, a medida que la comprensión humana progresa, también la explicación y explicitación de la presencia de la Palabra. Ella no es fija. Aunque por la fe, sí es absoluta. El peligro está en sacarla de su contexto que es la fe. Cuando ello ocurre, el teólogo puede absolutizar los hechos históricos y hacerlos verdades de la razón. Y es entendible. El razonamiento es contundente: si la Palabra de Dios se revela en el mundo, en el mundo hay Palabra de Dios. Hallar esa Palabra confiere la posesión de la verdad. Quien encuentre la Palabra en el mundo, tendrá el báculo del poder de la verdad. Pero el error reside en creer que nuestra fe es el molde de toda creencia humana. Por el hecho de que creamos en la Palabra hecha carne, no significa que sea así para todos los seres humanos. Lo es para quienes creemos. Y por lo mismo debemos evitar absolutizar los hechos de la historia, y menos si es verdad que no existen hechos sino interpretaciones como lo anunciaba Nietzsche.

Lessing cayó en la cuenta de la falacia de tomar el accidente por la esencia. La historia es un río en movimiento. Un hecho histórico o una interpretación no pueden erigirse en razón absoluta. El hecho o interpretación son contingentes. En cambio, la fe no lo es. Ella es esencial. La historicidad de la Palabra es dinámica. No es definitiva. Y por ello, ningún hecho puede absolutizarse. Ni siquiera el hecho de la Encarnación de tu Hijo. Aunque sí sea absoluto para quien tiene fe. Pero, entonces, ¿Qué queda?

La historia es un río en movimiento. Y el hecho de que la Encarnación no se pueda absolutizar como verdad necesaria de la razón a partir de un hecho histórico, no significa que no sea una verdad absoluta de la fe. Me explico. La palabra río se origina del indoeuropeo rei-wo. Quiere decir: fluir, correr, corriente. Así expresa su movimiento y cambio. Es curioso que esa misma raíz engendre palabras como: origen, original, oriente. Su raíz es oriri. Significa: nacer, engendrar, dar vida. Está en palabras como: derivar, oriundo y Rin[6]. Afirmar que la historia es un río no solo comprende su continuo cambio, sino su sustancia. Así pues, no se puede partir de un hecho casual para establecer la verdad de la Encarnación de tu Hijo (Sería irrespetar la libertad humana y su libertad de culto). Pero, sí es necesario reconocer, por la fe, que la historia tiene un origen, se engendra. La corriente de la historia se engendra en la fuerza original de tu Palabra. No se puede absolutizar el hecho de Jesús histórico como verdad necesaria para la razón (Por respeto a los derechos humanos), pero ello no niega que exista una verdad absoluta de la fe: la Palabra de Dios de la cual nace la historia. Y en este sentido, la Encarnación de Hijo tuyo es el ícono de una verdad primitiva, original: que tu Palabra acampa entre nosotros desde el mismo momento en que optaste por crear. Y la creación es cuestión de la fe.

Ya lo intuyó Heráclito. Había definido que todo fluye como las aguas de un río. Y la historia del pensamiento filosófico ha tratado de ser fiel a esta doctrina. Yo mismo en mi niñez trataba de entenderla y aplicarla. Pero también es cierto lo que afirma Parménides. No existe el cambio sino el ser. Nada cambia. Y también la filosofía quiso entender dicha fórmula. Sócrates, Platón y Aristóteles fueron pioneros. Trataron de unir en una filosofía el no ser y el ser. Como decía mi profesor Azarías Pastrana en el seminario menor: -Desde entonces toda la filosofía es un esfuerzo por responder a la cuestión del cambio y de la permanencia-. En la actualidad entiendo tal enseñanza de la siguiente manera: la doctrina del no ser afirma la dialéctica del conocimiento. Como todo cambia, la reflexión humana debe permanecer alerta. Debe renovarse. La doctrina del ser, por su parte, permite la lógica de la identidad. Una cosa es igual a sí misma. También incorpora el principio de la no contradicción…y el tercer excluido. Las cosas son o no son.

Para Platón, el mundo de las ideas es fijo, en cambio, el mundo de la materia es una sombra. Las cosas son sombras de las ideas. Aristóteles afirmó la lógica de la identidad. Esta le permitió limitar el accidente de la esencia. Accidente es lo contingente. Esencia es lo necesario. Así comprendieron a Heráclito y a Parménides. La Edad Media asumió a Platón y a Aristóteles. Del primero se sirvió san Agustín; del segundo, santo Tomás de Aquino. Fue hasta Hegel que las cosas siguieron así.

Hegel formuló la lógica dialéctica. Esta pretendía superar el principio de identidad y no contradicción. Con su tesis, antítesis y síntesis postulaba la evolución del saber. Una cosa es ella misma y aquello que no es ella misma. Él reconoció la idea desplegándose en la historia. Según la corriente de Heráclito afirmaba el continuo movimiento o despliegue. Con este, la lógica dialéctica: una cosa es ella misma y cuanto no es ella. Así aceptó el tercer excluido. Un saber se modifica con otro; una verdad concreta con otra. A una tesis se enfrenta una antítesis y de ellas surge una síntesis, que a su vez servirá de tesis. Con este movimiento reconoce la labor de la ciencia[7]. Según la corriente de Parménides, reconoce el Espíritu absoluto. Con ello afirma el ser. Claro está que el Espíritu se despliega en dialéctica. Desde entonces la filosofía cambió. Y con ella la teología.

Cuando Heidegger hizo la crítica de la metafísica tradicional, no estaba actuando de manera diferente a los pensadores que le precedieron. Quería responder a la cuestión del no ser y del ser. Y dio un gran paso. Afirmó la historicidad del ser. El ser es indeterminable, pero se da en el ente. Por ello, se comprende desde las categorías de espacio y tiempo. El ser se hace histórico. Y en el caso del ente por excelencia, en ser humano, el ser es existencia. Aquí deja de ser la metafísica un asunto abstracto sino, de carne y hueso. Y también aporta al problema del no ser y del ser en la lógica.

La lógica formal se ocupa de la corrección de los argumentos[8]. Un argumento es correcto o incorrecto, nunca verdadero o falso. Los argumentos se componen de proposiciones. Las proposiciones son verdaderas o falsas. Así lo comprendió la lógica tradicional. En cuanto a la lógica dialéctica, la verdad o falsedad es asunto de movimiento y progreso. Las verdades concretas se sustituyen por otras mejores. Al geocentrismo lo superó el heliocentrismo. Pero para Heidegger, hablar de verdad es una pretensión. La verdad o falsedad de las proposiciones están mediadas por el sentido. El sentido lo da la existencia. Así se fracturó la relación directa entre proposición y verdad. Este vínculo se rompe "con un horizonte más originario (Existencia en el primer Heidegger), o una historia originaria de la verdad y del ser (Segundo Heidehher)"[9]. La verdad se convirtió en un asunto de sentido y éste de existencia. Toma fuerza la hermenéutica.

Todo el recorrido anterior, Dios mío, para afirmar que también el esfuerzo de nuestro diálogo es uno que desea responder a la cuestión del no ser y del ser. Tu Palabra se encarnó. Esto es una verdad absoluta de la fe, original. El creo dice que fue engendrada no creada. Ella es el origen del río de la historia. Pero es absoluta en cuanto a la fe. Pero si alguien quiere partir desde los hechos casuales de la historia, puede hallar la Palabra, de hecho la encontrará (Aunque no todo hecho o palabra humana es Palabra de ti). Pero no puede hacer de ese hecho una verdad absoluta de la razón. Quiero explicarme mejor: Por la fe, la Palabra encarnada es Verdad Absoluta. Los hechos históricos no pueden ser absolutizados. Ellos pueden manifestar la presencia de la Palabra. Pero por su misma naturaleza cambiante, no se pueden absolutizar. Quien quiera absolutizar un hecho histórico afirma tu rostro-pico: Jesús el Cristo como única verdad, y el cristianismo como la verdadera religión.

La palabra rostro es muy interesante. Nace del indoeuropeo rod-trom. La primera raíz significa raspar, roer; la segunda, arado[10]. Indica una labor agrícola. Por eso también significó pica o azadón. Al contemplar la labor de un cerdo, o de un pájaro, lo que hacen con su hocico o con el pico, la palabra significó hocico. Y de allí rostro. Por eso, quien quiere absolutizar un hecho histórico afirma tu rostro. Hace de tu Hijo un hocico agresivo. Y lo más curioso es que la palabra homilía también tiene que ver con el hocico del cerdo. En griego se le llama jomilos al sonido que emiten los cerdos cuando escarban con el hocico. De ahí la palabra homilía.

Pero hay otro sentido: el rostro-epifanía. El griego phainein y el indoeuropeo bhanyo expresan: mostrar y dar a conocer, brillar[11]. Y como el mucho brillo encandila, será mejor otra etimología. En hebreo en una variante tiberiense aparece fanaj. Significa tu rostro. Al griego se traslitera como Phanaj. Es más bíblica esta raíz para manifestación que la del indoeuropeo. Jesús el Cristo es el rostro-epifanía de ti, Dios mío. No es rostro en sentido agresivo y violento de quien quiere imponerse; no es rostro-pico. Es un rostro que deja ver, que enseña algo que está escondido. Es un rostro de fiesta.

Pues bien, retomando: los hechos casuales de la historia no deben ser absolutizados. Ni menos si no existen hechos sino interpretaciones. Pero para el creyente, está relatividad provocada por la historia queda superada por la fe. La verdad absoluta de la fe es lícita para el creyente, no para todo mundo. Jesús el Cristo de Dios es rostro-fanía (Fanía), y no rostro-pico (hocico). Desde ahora, Jesús será entendido como fanía de Dios. Quienes busquen absolutizar los hechos históricos no pueden dejar de ser cer-dos (con todo respeto).

Tratar la revelación tuya, Dios mío, desde la historia es despojarte de tantas arandelas que te ocultan. La crítica histórica barrió con muchos adornos empolvados. Afirmaron la libertad del pensamiento crítico. La historia es la mejor crítica sobre la tradición y el dogma[12]. Aunque, me haces entender que es una nueva manera de absolutismo afirmar la historia como única norma de juicio. Y eso que sin contar la imposición del relativismo absoluto. Rescataste la importancia de la crítica sobre las tradiciones e instituciones a fin de purificar la fe. Y por eso hiciste que otro grupo de teólogos reconocieran esa importancia histórica, pero que rescataran del olvido al sujeto. Ellos criticaron la crítica histórica y resaltaron al sujeto. Estudiosos de ti, como por ejemplo, Schleiermacher, Hermann, Bultmann y Rahner, entre otros, aceptaron la necesidad de purificar la tradición y el dogma pero sin desconocer la experiencia interior del sujeto.

La prueba del acontecer tuyo en el mundo no la da la historia crítica. La da la experiencia interior. La experiencia puede ser observable en laboratorios (positivismo) y también experienciada en el interior. La primera es ciencia positiva y la segunda es ciencia subjetiva. La experiencia de laboratorio enseña que el agua se compone de dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno. El amor, por su parte, es experienciado, no demostrado en el laboratorio, pero sí sentido en el interior del ser humano. La crítica histórica podría experimentar contigo siempre y cuando fueras objeto material. Y como ya dijimos antes, entre Tú y yo hay una distancia de muerte. No eres material, tampoco te dejas objetivar.

El puente entre Tú y yo es tu Palabra, Jesús el Cristo. Y la Palabra nace del aliento, y el aliento atraviesa la garganta y se origina en los pulmones, y en la vida. Dabar se engendra por la fuerza de Ruah. La palabra es experienciada. Una palabra cariciosa puede destruir a una persona; una amorosa traerá felicidad. Una persona que tenga experiencia interior de Dios se cuida del dominio de la ciencia, de la técnica y de la tecnología, se cuida de sus microfísicas de poder. Alguien que busque tu presencia, Dios, en una pretendida historia crítica, solo hallará fragmentos de sí mismo. Será un sujeto roto, un holograma de su deseo. En cambio quien de pruebas de ti, pruebas porque te experiencia, buscará calafatear la realidad. El sujeto no es solo la relación de poder con las instituciones o con la energía sexual. Es también subjetividad o encuentro consigo mismo y en él contigo, y contigo con la sociedad. Por ello la Trinidad, ellos, yo y la sociedad. ¿Entonces la historia? Son los sujetos quienes la hacen. Sus vivencias toman su curso. Para el creyente, la historia es fruto de la subjetividad. De tal manera Dios se hace histórico en su Palabra en el sujeto.

R. Bultmann, aquel profesor que defendió la experiencia interior de ti, llevó el tratado sobre ti al tratado del hombre. Funde antropología y teología. Cualquier discurso sobre ti, es discurso sobre mí. Y si quiero hablar de mí, debo tenerte en cuenta. Nuestra Trinidad es el discurso sobre ti, y nosotros somos tu Palabra. Hallarte es buscarte en mi existencia[13]. Cuando ellos son ellos mismos, entonces existen. Cuando soy yo mismo existo. La sociedad existe cuando es ella misma. Ser uno mismo es ser auténtico. Y el principio de mi autenticidad es el temor y la gloria tuya. Aunque para Bultmann, la sociedad esfuma la individualidad, la organización crea desconfianza en las relaciones humanas, hay que reconocer que el conjunto de los individuos componen la sociedad.

Y aquí me haces pensar en una crítica al esfuerzo por resaltar la experiencia interior. La fe no es patrimonio individual. Fue depositada en la comunidad. No queremos liberarnos del mundo, sino llevarlo a la perfección. Es verdad que la fe es suma confianza en ti, pero tú floreciendo en los seres humanos. La fe no nos debe desentrañar. Al contrario nos hace más históricos, más mundanos.

También me gusta el aporte que hizo sobre la desmitificación de las Sagradas Escrituras[14]. Una correcta interpretación de Ellas debe afectar la existencia. Es más, el ser humano se pregunta desde su existencia. Las preguntas que se formula y que le hace a los textos sagrados son existenciales; solo busca lo que desea. Y desea cuanto demanda. Es una obra de misericordia enseñar a quien no sabe, y lo es más, responder a quien pregunta desde su existencia. Por ello el cometido de Bultmann es oportuno. Sin embargo, corre el peligro de la fantasía del deseo. No solo se desmitifican aquellas concepciones cosmológicas. En el esfuerzo crítico late la estructura del deseo. La pregunta existencial no solo busca una respuesta. También es un lazo del deseo. Es verdad que la interpretación de la historia lo es de uno mismo. También lo es que nuestra interpretación personal se realiza en la historia. Sí. Pero mediada por la estructura del deseo. Una prostituida quiere saber lo que dice de ella la Palabra de Dios. Y su intención es loable. Sin embargo, esa necesidad brota de la demanda del deseo. Y la demanda del deseo es demanda de una carencia. Quizá encuentre algún predicador que le diga que ella precede a todos en el reino de los cielos. Esta respuesta no solo afectará su existencia (si es lo que busca), sino que puede llevarla a una ilusión del deseo. Una ilusión que no es de ella, sino de quienes le pagan. En el fondo, la interpretación existencial es el inicio para un camino de fe que se debe abrir a la crítica social, a la crítica de la sociedad que no es auténtica, que no existe, que es un holograma y que trata de igual modo al sujeto. No es lo mismo la interpretación existencial en una clase dominante de ricos que entre los pobres. No basta con una religión interior para pobres, una donde se consuelen mutuamente. El mensaje de Jesús es vivencia y por ende histórico. O sea, que critica la cultura y la política.

Así me haces comprender, Dios mío, que mi pequeña comunidad de conviviente de vih debe convertirse en comunidad profética. No basta con hacer una serie de ejercicios espirituales, no basta con aprender a respirar al ritmo de una música de relajación. Eso es una parte. No basta analizar los símbolos de la historia personal de vida a fin de hallar en ella tu Voz. Eso sería solo un momento de la fe. Dicho momento debe llevarnos a la denuncia de las estructuras de pobreza y de pecado.

Dios mío, ¿De qué otra manera se escribieron los textos sagrados, sino bajo la estructura de una época? Tiene razón Bultmann cuando habla del mito. Tiene razón. Aceptar la cosmología bíblica es hacer el sacrificio del intelecto. Urge dar el paso a la comprensión de la fe propio de nuestro tiempo. Pero es que el mito no es solo estructura dualista, ni de cielo-mundo-inframundo. El mito es sabiduría arcaica. Y tan arcaica que aún habita las cavernas del inconsciente como un arquetipo. Y como tal conserva su pedazo de vida como lo diría Jung. Quizá en esas imágenes míticas resida gran parte de la fuerza de la Palabra escrita. Fuerza, que es concomitante con nuestros arquetipos.

La teología del siglo XX regresó su reflexión al hombre. Este retorno se conoce como giro antropocéntrico. La sociedad moderna se vio en la necesidad de pensar de nuevo en el hombre. ¿Quién es el hombre? De antemano es un quién no un qué. Muchos pensadores intentaron dar respuesta. Pero el hombre es una realidad inabarcable. Tanto así que Heidegger tuvo que recurrir a la pregunta por el ser para poder abordar la del hombre. Y uno de los seguidores de Heidegger fue el padre Karl Rahner. Él pensó sobre tu revelación y tu libertad.

Tú decidiste comunicarte al ser humano. El ser humano indaga por la posibilidad de conocerte desde su propia historicidad. No te busca en los hechos objetivos, sino en la experiencia subjetiva, en la luminosidad interior. Existe el conocimiento interior. Este es el que me permite dialogar contigo. Entro en mí mismo, y en un bosque sosegado escucho tu voz. No necesito moverme. En mí mismo estás. Tengo la potencia o capacidad para oírte. En mi estructura hay una capacidad que obedece a tu Voz.

El hombre tiene entitativamente la capacidad de oír. Ello lo convierte en teólogo por esencia. Una de las posibilidades esenciales del ser humano es escucharte, Dios, y Tú, a tu vez comunicar por la gracia la Palabra. La posibilidad es entendida como Potentia. Potentia es entendida como capacidad de obedecer libremente un llamado. No es tanto la potencia que tiene un objeto y lo sigue por derecho propio, sino más bien, la apertura obediente y libre. Potentia Obedientialis será la manera como se realiza la revelación. El hombre es Potentia Obedientialis y como tal sigue, en libertad, la Voz tuya...la revelación. Es un ente que se pega como un imán a su Absoluto[15].

Todo ser humano posee la capacidad de oírte. Es verdad. Cada quien escucha su Ser Supremo en el contexto de su religión. No todos los seres humanos son cristianos. Rahner los llamaría “cristianos anónimos”. Pero tiene razón Moltmann cuando afirma que lo budistas podrían hablar de “budistas anónimos”. Además, ¿Cómo llamarles cristianos anónimos a los judíos que ni siquiera aceptan a Cristo? Sería una falta de respeto. Lo sería siempre y cuando se haga la absolutización fuera de la fe. Es decir, que una política de estado pretenda gobernar todos los países del mundo con el eslogan de la religión. Como los musulmanes son cristianos anónimos, entonces gobernémoslos para hacerlos verdaderos cristianos. La absolutización fuera de la fe no funciona, trae injusticias. Sería un estado que toma deforma el rostro-pico de Jesús. Con la histeria del falo-centrismo marcharía a herir a quienes no se sometan a su sistema absoluto. Sin embargo, dentro de la fe sí es válida la absolutización. Para un cristiano existen cristianos anónimos, aunque fuera del ámbito de la fe esto sea falso.

Los cristianos anónimos de la fe son los pobres. Mi pequeña comunidad de vih es el grupo preferido de Dios porque es el grupo de Cristo. Y es anónimo, no porque sean de otras religiones, sino porque en medio de sus angustias está la Palabra presente, aunque ellos lo ignoren. Y son anónimos porque no saben que ellos son quienes purifican la sangre de Dios. Y es que son un grupo asediado por el mundo. Los magnates se enriquecen a causa de su dolor. Los medicamentos que consumen los envenenan y aumentan el bolsillo de las farmacéuticas. También son el objeto del odio primigenio de un grupo de moralistas ortodoxos que quieren asustar al mundo con un castigo tuyo. Dios mío, ¿acaso Tú castigas de esa manera? ¿Acaso te gozas en la opresión moralista? Esos viejos regordetes quieren mantener el estatus quo de la sociedad capitalista y las viejas tradiciones. Para predicar contra el condón, asustan a las personas con el supuesto virus del vih. ¡Y los fines nunca justifican los medios! Quieren imponer cargas que ni ellos son capaces de soportar.

Estos son los cristianos anónimos. Son los grupos vulnerables. En este caso quienes han sido declarados con vih. Son anónimos porque no saben que son el escarnio de la sociedad. Están crucificados. Y puedo identificar a sus verdugos y jueces. Están en medio de una guerra de poderes. Hay fuego cruzado. Y los malditos del Reino no quieren parar la atrocidad. Han destruido miles de vidas. Han sumido a personas en la oscuridad y la desesperación. Malditos de Reino aquellos que matan a sus hermanos con venenos lentos para saciar su hambre de poder. Señor, no puedo contenerme. Sabes muy bien que ya hay manera de detener el supuesto vih. Pero los malditos se oponen a ti cuando atentan contra los cristianos anónimos.

Señor Dios, sabes que te reverencio, que el principio de mi autenticidad es el temor y la gloria de ti. Creo que Tú hablas en mi fondo más íntimo. Creo que puedo escucharte. Y cuando guardes silencio, me sentaré a oír la música callada. Para quienes creemos en ti, la Encarnación de tu Hijo se realiza en cada ser humano. No puedo absolutizar la Encarnación histórica de tu Hijo en el vientre de María. No lo hago. Respeto a mis semejantes y al progreso de la ciencia. Pero, sí puedo absolutizar tu entrada al mundo de cada ser humano. Y lo hago, no basado en un hecho histórico, sino, en la fe. Aunque la fe, es cierto, necesita de los hechos narrados. Por ejemplo, el de la Encarnación. Tu Palabra me mueve a denunciar la injusticia hacia tus pobres anónimos. Ten piedad de quienes no tenemos piedad ni de nosotros mismos. La fe me lleva a declarar tu acción en la historia y a denunciar a quienes destruyen tu creación.

Señor del cielo y de la tierra, la fe me indica que tu Palabra no se extiende únicamente al ámbito subjetivo de la persona humana. También acoge el cosmos entero. Todo evoluciona hacia ti por el florecimiento de ella y la dynamis del Espíritu tuyo. Cuando digo que solo podemos absolutizarte desde la fe, no estoy negando te presencia real en el mundo. En verdad eres Creador. Pero no uno cualquiera. La creación no es un concepto científico. De nada nos sirve pelear contra las evidencias científicas de la eternidad de la materia o de la evolución de las especies. En verdad creas todo cuanto existe. Crear es para ti permanecer. Crear es hacer nuevas todas las cosas. Y de esto no sabe mucho la ciencia positiva. Y menos los poderosos opresores. Sí lo sabe la fe. Y si ellos la tuvieran detendrían tanta masacre hacia tus cristianos anónimos.

Pero debo tener cuidado pues puedo pensar en una brecha distante entre la razón y la fe. Y no la hay. Pero debo reconocer que en cuestiones de fe, la ciencia debe serenarse. Y en cuestiones de ciencia, la fe debe admirar. Y los creyentes admiramos la ciencia y esperamos de ella los progresos para una vida mejor. Y la ciencia debe sosegar su orgullo ante la fe.

Crear ex nihilo no significa que de repente existió todo, sino que eres capaz de obtener cuanto deseas. Obtienes la belleza aunque no haya sino caos y confusión. Te gusta ordenar. Eres creador porque has dotado a la materia de la capacidad de trascender. Y la llevas hacia ti. No en vano el ser humano auto-trasciende. Es como el ícono de tu creación.

Otro peligro de no distinguir aquello que se afirma desde la fe, y aquello que se afirma fuera de ella, es la identificación de iglesia con el mundo, iglesia de Cristo con Reino de Dios. Como lo diría Congar en alguno de sus escritos: la iglesia es signo y servidora del Reino. No son lo mismo, como tampoco lo es la iglesia y el mundo. Desde la fe, iglesia son todos los seres humano que construyen el Reino. Es decir, todos los justos. Fuera de la fe, la iglesia es un grupo de personas. Desde la fe, los únicos que te conocen de verdad son los pobres. Desde la ciencia eso parece ser imposible. Y a pesar de ello, la ciencia guarda respeto por la predicación sobre la jusitica.

Dios mío, tu pensador P. Tillich acertó cuando dijo que solo las existencias en riesgo son capaces de conocerte de verdad. “Sólo quienes han experimentado las ambigüedades trágicas de nuestra existencia histórica…pueden comprender lo que significa el símbolo del Reino de Dios”[16]. El no ser llama a la puerta. Quienes escuchan su llamado tiemblan. En ese momento corren a postrarse de rodillas ante la cruz. Dios se revela en las existencias de quienes sienten la presencia absorbente del no ser.

Hoy sábado 05 de marzo de 2011, le pregunté a José, -¿Qué motivos tienes para seguir viviendo?- La pregunta no apareció de la nada. Fue fruto de la reflexión sobre la teología de Tillich. Jesús como verdadero humano “está sometido a condiciones de finitud, miedo, tragedia, conflictos y muerte”. Pero también, existe en él un “coraje ontológico para existir”[17]. Ontológico porque es la estructura trascendental. En otros términos, Dios que alienta la existencia a pesar del fracaso. Tuve un pretexto, un texto y contexto para formular la pregunta. José se sonrojó. Respondió: -Ninguna-. Guardó silencio. Lo pensó mejor. Volvió a decir: -Nunca me había preguntado eso-. No sabía qué decir. Estábamos almorzando. Noté que mi pregunta le hacía pasar la comida a regañadientes. Volvió a intervenir: -mis sobrinas. Me gustaría verlas profesionales-. Yo le cambié la pregunta. -¿Qué te impide quitarte la vida?- El sonrió. Era una pregunta más difícil. Me dijo: -La cobardía. Sí. Cuando era niño me enseñaron que la vida es un don de Dios y yo no debo quitármela. Yo soy temeroso de Dios-. Proseguí con mis cuestiones: -¿Crees que aún hay tiempo para hacer que tu vida sea de otra manera?- Me respondió afirmativamente. Él está convencido de que esta es la oportunidad para ponerse en paz consigo mismo y con Dios…aunque, no niega que cada fin de semana siente punzadas por irse a buscar hombres en los antros. Sin embargo, es consciente de que puede caer de nuevo en un vicio sin salida.

Pues bien, parece que sí hay una resistencia. Hay un hilo que lo mantiene aferrado a la vida. Él lo llama cobardía. Lo más interesante es que después dice que es temor de Dios. ¿No se quita la vida por miedo? Él ya lo había pensado antes. Me lo confesó. Pero no se atreve porque es “temeroso de Dios”, y también por cobardía. ¿Qué relación existe entre la cobardía, el temor de Dios y la vida?

Ahora caigo en la cuenta de la etimología de cobarde. Cobarde se relaciona con cauda. Cauda con cola. Recuerdo el poema del Chavo del 8: -“vuelve el perro arrepentido con el rabo entre las piernas…”- Cobarde es lo que hace un perro con su cola cuando está asustado. Cobarde es quien tiene cola. Me imagino a los canónigos de la catedral de Quito en el jueves santo en el conocido ‘arrastre de caudas’. Se visten de blanco y negro y a sus espaldas una cola. Es tan larga como tan viejo sea el cura. Y van los viejos en procesión por las naves laterales del templo. Al tiempo suena el vexilia regis. La cauda simboliza el pecado del pueblo. Más bien el pecado de los viejos. En palabras comunes sería: -“quien tenga cola de paja que no se acerque a la candela”-. ¿Será la cobardía miedo a la cola de malos recuerdos? ¿Estaría el viejo Sócrates en el mismo estado del justo Jesús cuando aceptó con obediencia la condena? ¿No fueron cobardes porque no tenían cola de malos recuerdos?

En cuanto al temor de Dios, en el caso de José está relacionado con la noción de pecado. A él le enseñaron que la vida es don de Dios y es pecado quitársela. Quien lo haga se condena. Lo que le impide quitarse la vida es la cobardía por el recuerdo de su vida en pecado. Por eso mismo cree que el vih es la oportunidad para ponerse en paz con Dios y consigo mismo. Recuerda la cauda de sus pecados y no quiere cometer uno más quitándose la vida. Me pregunto ¿hasta qué punto es Dios mismo o su estructura trascendental la que lo mantiene en la vida, la que le da eso que Tillich llamó “coraje ontológico para existir”? Algo sí es claro: José quiere experimentar a Dios con más intensidad porque ha sentido que sólo en esa experiencia se unifica su personalidad. Y en esto se parece a la actitud de Jesús descrita por Tillich: Jesús “mantiene en pie, victoriosa, su unidad con Dios y sacrifica lo que en él es solamente Jesús, a favor de aquello por lo que se convierte en Cristo”[18]. También coincide con la enseñanza de Rahner sobre la unidad del sujeto místico. Parece que sí hay algún “coraje ontológico para existir” porque José tiene fe. Y la fe, en este caso, es la motivación por aquella “última preocupación”. La fe es el coraje.

Ahora bien, en la lógica de la propuesta de Tillich, el coraje ontológico que es la fe se da en la persona humana por la experiencia de justificación de los pecados[19]. Y parece ser que en el caso de José no es plena dicha experiencia de perdón. Él sabe que debe perdonarse. Lo repite constantemente. También repite que no odia a nadie por su problema de vih. Sin embargo, las preguntas formuladas en el almuerzo le hicieron recordar su pasado hasta que estalló y dijo: -tengo odio por la sociedad, por quienes me han hecho daño-. Es claro que urge un camino de perdón. Dios ya lo ha perdonado, pero él debe hacerse consciente de ello. Debe llevar su perdón al nivel de la luminosidad, de la subjetividad. Y esto es un camino. Quizá por ello él no tenga claro el motivo o los motivos para seguir viviendo. Quizá por eso no sea para él imperativo el “coraje ontológico para existir”, aunque sí exista en lo más profundo de sus resentimientos.

Dios mío, dale valentía a José para seguir existiendo. Ábrele las posibilidades de una nueva existencia. Como le enseñaste al profeta Jeremías la parábola del alfarero[20], así enséñale que su vida es una parábola de Dios. Que comprenda que es barro en manos del alfarero. Que Tú puedes hacer de nuevo toda la obra. Nada está perdido. Te suplico que desmontes su esquema solapado de odio. En medio de sus buenas intenciones se desliza furtivo el odio por su pasado. Sana Señor sus recuerdos. Haz que experimente tu perdón, que sienta, siempre en progreso, la justificación por la sangre y el sacrificio del Crucificado Resucitado. Y no solo te pido por José. También te suplico que te apiades de la Trinidad: de él, de mí y de la sociedad. Cada uno de nosotros mantenemos el andamiaje de la estructura de pecado y de rencor. Me veo reflejado en su dolor. Me acuerdo de mis crímenes y me erizo de terror. Ten piedad de nosotros Señor. Ten piedad porque el miedo nos asecha. Señor, la sociedad es el conjunto de engranajes ensamblados desde la parte más frágil del sujeto humano. Señor, y como lo expresó un poeta ateo que se sublevó contra el uso de tu Nombre: “el más ligero estremecimiento de dolor causa un desgarrón en la creación, recorriéndola de arriba abajo”[21], así se siente ver los ojos de José cuando habla de su dolor; así me siento yo, así se estremece la sociedad débil.

Quiero saltar a un punto crucial de nuestro diálogo. A lo largo de él hemos venido hablando de tu revelación y de tu libertad. Hablas en el fondo del sujeto. Tu Palabra es Jesús el Cristo. Ahora bien, quisiera que me ayudes a aclarar el problema de tu Hijo Jesús el Cristo. Ya conoces Señor Dios que Bultmann habló de un Jesús histórico y un Cristo de la fe. Trazó una ruptura entre ambos. Llegó a afirmar que el Jesús histórico no era relevante para la fe. Es decir, que el creyente puede prescindir del Jesús de la historiografía (Historie) y quedarse sólo con el Cristo del kerigma (Geschichte), el anunciado por la iglesia[22]. No me opongo a la imposibilidad de una biografía de Jesús tu Hijo. Los evangelios no son biografías. Pero no acepto que la historia terrena de Jesús sea “irrelevante” para la fe. Es decir, el cristiano pone su fe en el anuncio de la pascua, no en los hechos históricos de Jesús. Personalmente creo que tanto el anuncio o kerigma del Cristo es importante como también lo es la historia terrena de Jesús. Y creo en una conciliación por cuestión de método. Y porque el método está en relación y dependencia del objeto de estudio. Me explico.

Si yo predico la resurrección de Jesús el Cristo debo hacerlo desde la fe. Así no convierto un hecho histórico en una razón universal. Desde la fe, la resurrección es absoluta para el creyente. Y esa resurrección no solo es narrativa (“según las Escrituras”), no es una resurrección meramente anunciada y testimoniada por el kerigma de la iglesia. También debe ser ontológica. La resurrección supone el ser. El ser se da en el ente. Y en el caso de los entes materiales (Como también lo es el ser humano), el ser supone la materia. La resurrección de Jesús el Cristo supone la materia. Y la materia está bajo las categorías del especio y del tiempo. Padece la historia. Si esto es cierto, como parece serlo, la resurrección de Jesús el Cristo supone la historia del ente llamado Jesús.

En el proceso de anuncio de la resurrección de Jesús el Cristo a un grupo de personas con vih se agota con la mera narración. No puedo predicarle a mis semejantes la acción de la resurrección en cada uno de ellos solo como testimonio de fe de la comunidad primitiva. Algún profesor de la universidad afirmó que aunque se hallaran los restos de Jesús en una tumba, él no perdería la fe. Yo repliqué que en mi caso sí la perdería. Y es que para mí, el hecho de la resurrección supone la materia, supone los huesos de Jesús. De lo contrario nuestra fe es un circo. Es cierto que la experiencia de la pascua nos llegó a través del kerigma de la primera comunidad. No lo dudo. Pero la pascua no es solamente la experiencia de que Jesús el Cristo está vivo. Jesús el Cristo vive en la comunidad que celebra su palabra, también en quién lava los pies a los pobres, está vivo en el recuerdo. Pero en todos los casos depende del hecho ontológico de su resurrección.

¿Cómo hablar de esperanza a mi grupo de vih, negándola de antemano? La esperanza no es solo una narración de fe. Ella necesita el hecho histórico. Señor Dios, entiendo que el hecho histórico no debe absolutizarse fuera del ámbito de la fe. Así lo venimos diciendo. Pero dentro de la región de la fe, el hecho de la resurrección es absoluto e irrevocable. Es experimentado en la existencia del sujeto. En esto estoy de acuerdo con Bultmann. Lo experimenta la subjetividad o luminosidad del sujeto. En esto concuerdo con el mismo Bultmann y Rahner. Pero no comparto la idea de que sólo es necesario el kerigma para la fe. Para mí y para la esperanza que deseo compartir a mis amigos es necesaria la historia de Jesús. ¿Cómo hablarles de sanación cuando niego la posibilidad de la resurrección de la carne? Debo buscar la mediación entre la narración de la fe y la experiencia de la renovación de la materia.

Tienes razón Ernst Käsemann con su postulado “la comunidad no podía ni quería separar esta historia (Historie) de su propia historia (Geschichte). No podía ni quería, pues, hacer abstracción de su fe pascual y efectuar una distinción entre el Señor terreno y el Señor ascendido”[23]. Es cierto que con los métodos históricos se pueden plantear muchas situaciones y escisiones. Sin embargo, el límite lo encuentran en los mismos evangelios. Ellos narran. Decir que narran no supone que inventan pero sí que interpretan. Parten de un hecho histórico, lo interpretan. Pero por mucha interpretación que sea, siempre es necesaria una referencia ontológica (aunque sea débil y analógica).

Para la primera comunidad no existe división entre Jesús histórico y el Cristo de la fe. Se trata del mismo. Por eso su realidad salvífica no solo se celebra sino que se vive…y más, ordena el universo. Si no ordena el universo, entonces, ¿qué sentido tiene la teología política? Si no ordena el universo, ¿no caería la teología política en un discurso ideológico? La teología política, también la teología como terapia sanadora reconoce que es interpretación y por lo tanto relación, pero también, que debe existir alguna referencia ontológica. Lo contrario sería ideología. La mente humana busca de suyo la referencia. En este caso, cuando hablo de ontológica (En el sentido de Tomás de Aquino), me refiero también a existencial (En el sentido de Heidegger).

El asunto de la verdad se convierte en un problema de sentido. La verdad está mediada por la existencia. Con este avance, la lógica se convierte en herramienta de la hermenéutica. No es extraño que un filósofo, profesor de lógica, como Mauricio Beuchot proponga una hermenéutica-analógica-icónica. Con Heidegger, los filósofos pudieron pasar de la lógica a la hermenéutica. La hermenéutica es la teoría de la interpretación. Distinta de la exégesis. La exégesis es la aplicación o práctica de la teoría de la interpretación. De esta manera, hermenéutica es la reflexión de la exégesis. Aunque es un quehacer muy antiguo, la hermenéutica como arte general comenzó a forjarse en la modernidad. F.Schleiermacher logró proponerla como arte general de interpretación.

El alumno de Schleiermacher, W. Dilthey, distingue dos momentos. Las ciencias de la naturaleza se preocupan por explicar los fenómenos. Las ciencias del espíritu pretender comprender. Por ello, la hermenéutica, que es comprensión, trata de hallar sentido a las vivencias espirituales[24]. El objetivo de la hermenéutica es el de convertir en texto las vivencias interiores. En el caso de la fe se convierte en una herramienta esencial. Esta manera de concebir la hermenéutica es personalista. La fe es un asunto de la persona humana. La hermenéutica tratará de traducir en textos aquella fe. La Palabra de Dios habita el corazón humano y allí mismo acontece. Entonces, la hermenéutica ayuda a que el creyente comprenda sus vivencias. En el caso de un grupo de experiencia límite, como mis amigos de vih, la hermenéutica serviría para traducir sus dolores y esperanzas. Todo indica que la hermenéutica es la mejor manera de abordar la experiencia humana en el caso de un grupo de personas con vih. El problema es ¿Con qué tipo de hermenéutica?

La de Schleiermacher y Dilthey es interesante. Sin embargo, me parece que la hermenéutica también tiene que ver con el explicar, no solo con el comprender. A mayor explicación, mayor comprensión. En el caso de las historias de vida de mis semejantes, necesito explicar y comprender. Lo que me hace pensar en buscar otro enfoque hermenéutico. Dios mío, quiero hacer un recorrido por las propuestas hermenéuticas para encontrar aquella que más convenga para la comprensión de la fe de mis amigos. Por ejemplo, Heidegger la función primigenia y más auténtica del ser humano es la comprensión de sí mismo. Existe una comprensión originaria. En ella se contiene el explicar. Explicar es un momento derivado de la comprensión original[25].

Al principio, Heidegger estaba apasionado por explicar para mejor comprender las relaciones entre en ser y el tiempo; después, dio un salto hacia el lenguaje. Su nueva preocupación fue el ser y el lenguaje. Ahora, El ser se da en el ente. Con esta segunda preocupación, el ser se da en el lenguaje. No creo que Heidegger fuera tan insensato de dividir existencia y lenguaje. El lugar privilegiado del ser es el lenguaje, pero lo es porque antes privilegia la existencia. Es decir, el ser se da a conocer en el lenguaje. Pero el lenguaje es capaz del ser porque su base es la existencia. En el fondo, el problema del ser y del tiempo sigue permaneciendo en el del ser y el lenguaje.

Hasta este momento, los recursos para abordar los casos de vida de mis amigos son: de Dilthey, el interés por traducir las vivencias del espíritu humano; del primer Heidegger que influyó en la teología de Bultmann y Tillich, el interés por una hermenéutica existencial, por las experiencias límite; del segundo Heidegger que inspiró a Gadamer, el privilegio por lenguaje como hogar del ser. En el caso de mis amigos, la hermenéutica propuesta por Dilthey me indica la importancia de reconocer sus vivencias, sus recuerdos, sus frustraciones, su relación con Dios y sus estructuras de deseo; la propuesta hermenéutica del primer Heidegger, de Bultmann, y sobre todo de Tillich, me hace sensible a sus preguntas existenciales, también a la falta de sentido. Desde este aporte, puedo reconocer el estremecimiento de José ante la pregunta por el sentido de su vida. La propuesta del segundo Heidegger y de Gadamer y seguidores, me lleva a fijarme en el lenguaje. Y creo que aquí está el centro de mi investigación: mis amigos expresan sus vivencias y sus problemas existenciales mediante el lenguaje. Para acercarme a sus realidades, debo abordar el asunto del lenguaje. Por ello es importante que ellos escriban. Les daré un cuaderno para que tomen nota de los fenómenos de su interior, para que se expresen. Si se logran explicar, quizá la comprensión sea más fácil.

Y es que el problema de la comprensión es fundamental. Hay un fenómeno en los cinco jóvenes. Todos se esfuerzan por explicar su pasado. Lo hacen inconscientemente. Su capacidad trascendental lo mueve a eso; les informa que la manera de comprender su presente es explicando el pasado. Claro está que explicar el pasado también es comprenderlo. Pero en todo caso se hace a fin de aceptarse en el presente. Los cinco varones luchan por aceptar su condición de vih. Pero el problema de la aceptación está relacionado con el de la comprensión. Y la necesidad de comprensión los arroja al pasado. Buscan el origen de su condición de vih en las decisiones pasadas. Eso en con el vih, en cuanto a la sexualidad, ocurre igual.

Señor Dios, Creador de todo, quiero traer al análisis la historia de lo que José llama ‘mi primera vez’. Lo hago para ilustrar mejor la importancia del lenguaje y de la vivencia existencial. Te ruego que me des la capacidad de narrarlo con fidelidad. Con esto me refiero a que no lo haga por abuso de mi poder simbólico, el que ellos reconocen en mí; que no lo haga por onanismo espiritual, tampoco por morbosidad. Cuídame Señor de hacer una lectura morbosa de su narración. Y es que el lenguaje y el dato existencial que cuenta son muy vivos y enérgicos. Tienes mucha fuerza. Por eso te pido la gracia de unos ojos trasparentes, limpios de malicia. Solo así podré ver tu fanía en el relato.

Es tarde. Mi segundo día en la casa. La cena se sirvió a las siete de la noche. Estamos a la mesa. Conversamos. El grupo está todavía incompleto. Hace falta Luís Ernesto. Él está de viaje por su casa. En realidad visita a su Novia. Los muchachos aprovechan mi cercanía y calidez para hablarme. Mi primera pregunta es: -¿Cómo adquiriste el vih?- La dirijo a cada uno de ellos. El primero en responder es James: -en España. En mi caso no fue por relación sexual. Me lo pasaron en una jeringa cuando me inyectaba (hace una mueca para darme a entender que se trataba de droga). Nos prestábamos la jeringa-. Hubo un silencio. Se miraron a la cara. Alexander tomó la palabra: -En los bares. Uno no se cuida. Por eso le pasan estas cosas-. El siguiente en responder es Luís Francisco. Él guardó silencio. Su talante es reservado. Siente desconfianza de sus compañeros. Así me lo confesó después.

Uno de ellos me explica sus “inclinaciones sexuales”. Dos se consideran heterosexuales, los otros homosexuales. Esta información me da pie para preguntar por la iniciación sexual. Aquí me detendré en la narración de Alexander. No me detengo, por ahora, en la de James, lo haré después. Alexander cuenta de aprendizaje sexual:



[1] Gómez de Silva, Guido. Breve diccionario etimológico de la lengua española. Ed. Fondo de cultura económica. México. 1988. P. 21

[2] (buscar)

[3] W. Hermann. Gottes Offenbarung an uns (1908), en Schriften zur Grundlegung der Theologie II, München 1967, 155. Citado por: Moltmann, Jüergen. ¿Qué es teología hoy? Ed. Sígueme. Salamanca. 1992. P. 91

[4]Cf. Introducción de Antonio Pintor-Ramos a la edición española de la obra de: Levinas, Emmanuel. De otro modo que ser, o más allá de la esencia. Ed. Sígueme. Salamanca. 1987. P. 16.

[5] G. E. Lessing. Über den Bewis des Geistes und der Kraft, en Gesemmelte Werke VIII. Philosophische und theologische Schriften II. Berlin 1956, 12. Citado por: Moltmann, Jüergen. ¿Qué es teología hoy? Ed. Sígueme. Salamanca. 1992. P. 88

[6] Cf. Gómez de Silva, Guido. Breve diccionario, o.c. P. 609 y 504, respectivamente.

[7] Cf. De Gortario, Eli, Introducción a la lógica dialéctica, Fondo de Cultura Económica, México, 1974, p. 30-31

[8] Cf. Copi, Irving, y, Cohen Carl. Introducción a la lógica. Limusa. México. 2002. P. 19, edic. sexta.

[9] Jeffre, Cloude. El cristianismo ante el riesgo de la interpretación. Ed. Cristiandad. Madrid. Ensayos de hermenéutica teológica. 1998. p. 79

[10] Cf. Gómez de Silva, Guido. Breve diccionario, o.c. P. 614

[11] Cf. Gómez de Silva, Guido. Breve diccionario, o.c. P. 260

[12] Cf. D.F. Strauss, Die cristliche Gaubenslehre I, Darmstadt 1973, 71; Cf. F. Nietzsche, Von Nutzen und Nachteil der Historie für das Leben, en Unzeitgemässe Betrachtungen, Stuttgart 1924, 12s. Cita do por: Moltmann, Jüergen. ¿Qué es teología hoy?, o.c. p. 89.

[13] Cf. Moltmann, Jüergen. ¿Qué es teología hoy?, o.c. p. 93

[14] Cf. Gibellini, Rosino. La teología del siglo XX. Sal Terrae. Santander. 1998. P. 35

[15] Cf. Rahner,Karl. Oyente de la Palabra. HERDER. Barcelona. 1967. P. 37

[16] Tillich, Paul. Teología sistemática I. Salamanca. 1982, 15. Citado por: Moltmann, Jürgen. ¿Qué es teología hoy?, o.c. P. 119-120.

[17] Cf. Moltmannm Jürgen. ¿Qué es teología hoy?, o.c. P. 123.

[18] Tillich, Paul. Die religiöse Substanz der Kultur IX, 100. Citado por: Moltmann, Jürgen. ¿Qué es teología hoy?, o.c. p. 123.

[19] Tillich, Paul. Teología sistemática I. Salamanca. 1982, 15. Citado por: Moltmann, Jürgen. ¿Qué es teología hoy?, o.c. P. 127

[20] Cf. Jr 18, 1-6.

[21] G. Bünchner, la muerte de Danton. Barcelona. 1982. Citado por: Moltmann, Jürgen. ¿Qué es teología hoy?, o.c. p. 133

[22] Cf. Gibellini, Rosino. La teología del siglo XX, o.c. P. 51

[23] Käsemann, Ernst. El problema del Jesús histórico. En ensayos exegéticos. Ed. Sígueme. Salamanca. 1987. P. 159-189.

[24] Cf. Dilthey. Wilhelm. Psicología y teoría del conocimiento. Fondo de Cultura Económica. México. 1945. P. 228

[25] Cf. Gibellini, Rosino. La teología del siglo XX, o.c. P. 65

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¿Arte o vida? En el vértice donde se une el arte y la vida hay una casualidad. En ella todo es divino. El artista que busca lo divino es un endiosado!!! Vive en el Uno.